15/12/13

Des-educando

Cuando hablamos de la situación de la enseñanza en nuestro pais, enseguida empezamos a sacar nuestros recuerdos de infancia y hablamos de cuando éramos cuarenta en clase, del respeto que se tenía a los profesores, de lo bien que nos portábamos y de la disciplina que había entonces, incluso a costa de un reglazo en la punta de los dedos.

Los niños de ahora nos parecen unos consentidos que no se esfuerzan por nada ni respetan nada y siempre nos estamos quejando de que algo no funciona en educación, hecho corroborado por sucesivos estudios que año tras año confirman nuestras sospechas. A esto se añade que con cada cambio de gobierno aparecen nuevos "expertos" que dan la vuelta a todo lo anterior, afirmando que el suyo será el sistema que va a conseguir definitivamente sacarnos del lodo de la incultura, véase por ejemplo la última reforma educativa en Madrid y la actual LOMCE que en vez de poner el acento en lo que ya no vale, retoma una idea de la educación que nos instala de nuevo en aquellas clases de nuestra infancia, con el agravante de que la sociedad actual no es ni por asomo  aquella.

Los cambios sociales son de sobra conocidos: Padres y madres que trabajan y niños con  poca atención, separaciones y divorcios, familias monoparentales, situaciones económicas, familiares, personales o sociales muy difíciles, quizá igual de difíciles que entonces, me dirá alguno, sí es verdad, pero con la diferencia de que antes esos niños  no estaban escolarizados y ahora sí lo están. En el lado opuesto, un exceso de estimulación contínua, de competitividad feroz que lleva a muchos padres a querer que sus hijos sean deportistas, músicos, trilingües, informáticos y buenos estudiantes.   Padres semi adolescentes con niños sin límites y padres que aún hoy siguen solucionando todo con un tortazo. Todo ello lo refleja el alumno en el aula: inquietud, estrés, alumnos con TDAH ( trastorno por déficit de atención e hiperactividad) desmotivación, depresión y drogadición. Es inquietante ver cómo cada año aumenta el número de alumnos tratados médicamente por alguno de estos trastornos. No ayuda nada el hecho de que cada vez haya un mayor número de materias, todas importantes al parecer, y con una exigencia de esfuerzo que según qué profesor, se traduce en  dos horas extra de deberes una vez terminada una jornada, casi laboral, de siete y ocho horas.

En este contexto se le pide al profesor que sea una mezcla de psicólogo, animador, educador y maestro. Que conozca a cada alumno. Que sepa atender a los padres y les de respuesta a sus necesidades. Que corrija deberes, exámenes y rellene informes. También se le exige que sepa inglés, informática, que se recicle y que esté al tanto de los cambios y novedades en su campo. Y todo esto en unas clases saturadas y con un exceso de alumnos, que en ocasiones supera los trescientos estudiantes por profesor en secundaria. No es de extrañar que el índice de estrés se haya disparado entre los educadores.

Por otro lado, los docentes seguimos aplicando en gran medida, el mismo estilo de enseñanza de hace 10, 20 o 30 años. Seguimos el libro de texto como si fuera la biblia, ponemos exámenes que se basan principalmente en memorizar uno o varios temas ( "comprender" se dice, en caso de que el alumno utilice su propio lenguaje) Vivimos en burbujas sin ninguna relación entre nosotros. Nuestro horario no contempla por ejemplo, reuniones de equipos docentes, cosa imprescindible para que hubiera una mínima coherencia entre nosotros. Este sistema de trabajo, aparte de saturar al profesor de correcciones sin fin, centra su base en la adquisición de conocimientos teóricos, que se olvidan fácilmente (de ahí la contínua repetición año tras año de los mismos contenidos en muchas materias)

¿ Qué podemos hacer? ¿ Cómo cambiar este rumbo?

No soy ninguna teórica de la educación, pero voy a atreverme a esbozar algunos trazos de por dónde creo que debería ir la educación. No voy a entrar en todo aquello que los docentes reivindicamos para poder realizar bien nuestro trabajo: menos alumnos por aula, más horas de coordinación docente, menos horas lectivas etc., sino en aquello que no se hace y podría hacerse con sólo un poco más voluntad y un poco menos de resistencia al cambio por parte  de padres, profesores e instituciones.

Simplificar  contenidos.

Vivimos en un mundo con tal amplitud de conocimientos, que  se hace imposible tratar de saberlos todos, aparte de ser innecesario, ya que jamás como ahora teníamos la posibilidad de acceder a ellos mediante internet. Sin embargo parece que quisiéramos  abarcarlos todos.  Es un error. Nadie puede saber de todo. Se pueden abrir ventanas al mundo, aumentar la curiosidad por nuevos saberes, pero no puedes conocerlos todos.   A esto se le suma la importancia que el poder establecido concede a unas y otras, por ejemplo quitando horas a la educación artística o filosófica a favor de la lengua y las matemáticas. Así pues el primer paso sería simplificar el número de contenidos. Sé que es difícil determinar qué se debe estudiar y qué no, pero al menos tenemos la opción de no seguir ampliando el currículo.  Y cuando hablo de simplificar contenidos no hablo sólo de no tener tantas materias, sino de no dar tanta materia. Muchos, demasiados profesores, saben que no son más horas lo que dan más conocimiento, sino menos alumnos por aula, un tratamiento más personalizado y una reducción de contenido teórico que, con el sistema actual,  convierte a veces las clases en una carrera por llegar a fin de curso con todo el temario dado. Porque ¿de verdad es tan importante que un niño de sexto de primaria termine el curso sabiendo lo que es una desinencia?¿ tanto puede influir en su acceso a secundaria? ¿No deberíamos aumentar el gusto por la lectura y la escritura  y enseñarles a hablar, escribir, exponer un tema y debatir, en vez de hacerles aprender de memoria algo que, aparte de no servirles para nada, les hace odiar la lengua? Y ahí vamos con otra de las batallas que tenemos que librar.

Olvidar la memorización a ultranza.

Existe un exceso de teoría en detrimento de la práctica, un exceso de memorización en detrimento de la acción. Todo esto queda en manos de la buena voluntad de los profesores y de su capacidad creativa y docente. Memorizar está bien, pero creer que saber algo es memorizarlo es una estupidez. Sin embargo año tras año ponemos exámenes que al parecer miden el saber de un alumnado que sin embargo lo olvida para el año siguiente. Es un sistema absurdo, pero al parecer no se nos ocurre nada mejor. Sin embargo un alumno no debe adquirir conocimientos sino competencias. En el actual sistema conviven, sin que se sepa muy bien cómo: contenidos, objetivos,  criterios de evaluación  y competencias. La relación entre ellas sería aproximadamente la siguiente: un alumno debe alcanzar unos objetivos que consigue mediante unos contenidos que se evalúan con unos criterios de evaluación. Hace unos años vinieron las competencias, que conviven pacíficamente ( como si no existieran) con los objetivos anteriormente citados,  sin que nadie sepa a ciencia cierta el cambio que su inclusión ha supuesto. Las competencias tienen sin embargo un elevadísimo nivel práctico que obligaría a hacer un cambio radical que no sólo no se ha hecho, sino que parece que vaya a olvidarse en el baúl de los recuerdos. No obstante es lo que hay que enseñar y evaluar. Pues bien ¿ Cómo evaluamos la competencia para aprender a aprender; la competencia para la autonomía e iniciativa personal; la competencia social y ciudadana ?¿ Y cómo alcanza el niño esas competencias ? ¿ Leyendo que debe ser autónomo y tener iniciativa y poniéndolo después en un examen? 

Practicar, practicar y practicar.

Los enfoques en la enseñanza se mueven, simplificando bastante, entre un estilo técnico y un estilo práctico. El estilo técnico se basa en el conocimiento experto del docente, en la memorización y en el estudio de materias como si estas no tuvieran nada que ver con la realidad. El estilo práctico promueve la participación activa del estudiante y en ligar los conocimientos a la realidad. Pues bien, si absolutamente todo el mundo está de acuerdo en que se integra mejor el conocimiento que se practica y el que se puede ligar a la realidad ¿ por qué no se pone en práctica el estilo práctico valga la redundancia? ¿ por qué seguimos empeñados en estudiar materias como si fueran islas completamente aisladas de la realidad? Las dificultades para llevar a cabo está labor vuelven a centrarse en  el exceso de estudiantes por aula y el exceso de materia. Practicar requiere tiempo y cuando la prioridad es cumplir con un temario queda poco tiempo para experimentar y  requiere además conocer a cada uno de los estudiantes e interactuar con ellos, cosa bastante difícil (aunque no imposible) con la actual saturación  en las aulas.

Educar lentamente.

Ahora que está tan de moda el movimiento slow, reivindico un slow teaching ( que seguro que existe)  Echar el freno a las prisas de nuestro mundo actual. Darnos cuenta de nuestras limitaciones. Pero sobre todo porque educar, educar de verdad, precisa tiempo. Para saber, conocer y sobre todo reflexionar. Profesores y alumnos, juntos y por separado. Hacer las cosas lentas no significa perder el tiempo, aunque algunos lo hagan. Sin embargo parece identificarse la lentitud con la ineficacia y la vaguería. No es así. Es la misma diferencia que usamos en la educación de los hijos: es mucho más lento enseñar a recoger la habitación a un niño que la recoja el padre o la madre. Enseñar a un niño a realizar algo por su cuenta es mucho más lento que enseñarle a memorizarlo, pero infinitamente más eficaz. Aprovechar las oportunidades que ofrece el trabajo con los alumnos para reflexionar con ellos, requiere que el profesor tenga el tiempo suficiente y se crea de verdad que no todo lo que se enseña está en un libro.

Enseñar Inteligencia emocional y con inteligencia emocional

Este punto me parece tan de perogrullo, que lo que no entiendo es cómo a ninguna mente pensante de esas que parece abundan tanto en los ministerios  aún no se le ha ocurrido. Y es que está claramente demostrado que la inteligencia emocional determina mucho más que la inteligencia intelectual  el éxito  social y personal de un ser humano. Y además sabemos que puede entrenarse. Cuanto antes, mejor. Por no hablar de lo que podría suponer ser una sociedad más inteligente emocionalmente en este mundo globalizado: disminución de conflictos, elevación de la creatividad, trabajo en equipo, etc. Esta materia con suerte, se da como taller en algún instituto y se trasmite, igualmente si hay suerte,  por medio de un profesor emocionalmente inteligente. Pero debería incluirse durante todos los años de educación obligatoria y debería formarse a todos los profesores en este asunto. Porque ¿De qué sirve enseñar a un niño que no debe pegar a sus compañeros si luego ese mismo niño no tiene la menor capacidad de autocontrol? ¿De qué sirve que hagamos mil murales sobre la paz,  si luego no sabemos resolver los más mínimos conflictos entre compañeros?

Abrir los centros educativos a la sociedad.

Abrir los centros a la sociedad, no aislarlos en el interior de sus muros. Dejar que los padres colaboren realizando actividades en horario lectivo sin miedo, como se hace cuando son muy pequeños, ya que en muchos casos sus enseñanzas son más valiosas que el mejor de los documentales. Dejar que colaboren las ONG, asociaciones, empresas, instituciones etc.

Podría ampliar mucho  más todos estos puntos: Por ejemplo no olvidar jamás la formación artística, musical, filosófica, deportiva. Porque aunque no puedan medirse, son indispensables en la formación de los alumnos; o por ejemplo intentar evitar la brecha digital que ya existe entre ricos y pobres en el uso de las TIC (tecnologías de la información y la comunicación) mediante su uso en la escuela; Enseñar a participar en la sociedad para ser un buen ciudadano, no un buen consumidor; Emplear mecanismos de control eficaces para detectar a los mejores profesionales y evitar los nefastos, etc.

Pero sólo quería dar unas pinceladas y casi me sale un mural. Sólo me falta decir que     el cambio es necesario, y si desde arriba no se facilita, habrá que hacerlo desde abajo, como padres, educadores y también como alumnos.

Estoy convencida de que el futuro está en manos de gente creativa, con iniciativa, y capacidad para gestionar sus emociones y trabajar en grupo. Y si queremos además que esa sociedad del futuro sea una sociedad para todos y no sólo para unos pocos, tendremos que convencer a todos de que puede hacerse, de que no es tan difícil, de que lo importante es realmente creérselo y ponerse manos a la obra.





13/12/13

Hablando no se entiende la gente

Es mentira que hablando se entienda la gente, o al menos no es del todo exacto. Lo exacto es decir que hablando se entiende la gente que habla el mismo idioma. Y por idioma no quiero decir: inglés, francés o español. Por idioma quiero decir el idioma del alma.
Siempre me llamó la atención porqué si yo quería decir "negro" se me entendía " blanco"; porqué si yo levantaba una ceja parecía que te clavaba un cuchillo; porqué si tú suspirabas yo lo esquivaba como si me tirasen una piedra.
El lenguaje del alma es difícil de definir: está por un lado en las expresiones, los gestos, los tonos. Y por otro,  en ese tamiz interior que se compone de vivencias, prejuicios, opiniones, emociones, razonamientos. Lo que algunos llaman " el cristal del color con que se mira". Ese tamiz es el verdadero lenguaje del alma.
Y es ese tamiz el que define el lenguaje con el que las personas hablan. Por eso muchas veces no importa que no usemos el mismo lenguaje verbal. Por eso muchas veces no importa que hablemos el mismo idioma.
Por eso digo que es mentira que hablando se entienda la gente. Porque cada una de las palabras que nos dicen, llegan a nosotros convertidas en lo que hemos querido dejar pasar por el tamiz, más las derivaciones y arreglos que le hacemos nosotros mismos.
Por sí esto no fuera suficiente impedimento,  hay que contar con la simple (o no tanto) intención de querer entenderse. De querer escuchar, que no oír. Abrir bien los oídos y la mente.
Las personas empáticas poseen un tamiz-camaleón capaz de mimetizarse con la persona que está escuchando. Las personas egocéntricas tienen un tamiz-corcho, que aísla tanto de ruidos como de palabras.
Ese tamiz se crea desde la infancia y se teje con la vida y es muy difícil que un adulto pueda cambiarlo.
Hay trucos. A veces funcionan y muchas otras no. Son trucos para pasar al interior de las personas sin que se den cuenta: buenas palabras y buenos gestos lo primero,  pero con los realmente difíciles se puede usar la táctica de: " por supuesto que tú eres mejor que yo", que es a lo que realmente le tiene miedo el egocéntrico.
Sin embargo hoy me siento triste. Sin trucos de magia. Rodeada de ejemplos de palabras dardos, palabras huecas, palabras de incomunicación. El colmo de los absurdos.  ¿Seremos algún día capaces de darnos cuenta de que una palabra no es sólo una palabra sino su forma, su tono, su gesto, su emoción, su particular significado para el que la escucha? ¿Seremos capaces de saber usarlas? Pero no quiero terminar el día así. No quiero. 
Así qué voy a cambiar el título de esta entrada por otra que es además un deseo para el futuro:
Hablando se entiende la gente que quiere entenderse.