9/1/14

Un árbol y un libro

Cuando yo era pequeña me gustaba mucho dibujar. Decía que de mayor iba a ser pintora. No se me daba mal. Todavía recuerdo aquel premio que me denegaron con cinco años, porque las monjas estaban convencidas de que yo no había hecho el dibujo. Ese día aprendí lo que era la Injusticia. Pero yo seguí pintando. Pintaba barcos, mares, paisajes, niños y peces. Pero hay algo que recuerdo de forma muy especial. Un dibujo que repetía una y otra vez, quien sabe porqué. Puede que lo hubiera visto en algún sitio. Puede que me lo inventara. La cuestión era que dibujaba siempre lo mismo: un hombre o mujer leyendo debajo de un árbol. 
Esa imagen me ha venido a la cabeza miles de veces desde entonces ( y desde entonces son muchas miles de veces) Esa imagen era la proyección de mi felicidad: Yo leyendo debajo de un árbol. Porque aunque en mi barrio no hubiera muchos árboles ( soy de Carabanchel, como Manolito Gafotas) yo imaginaba que leer debajo de un árbol era el colmo de la felicidad. Amaba los libros y los árboles.
Y lo sigo haciendo.  Mi relación con los libros fue en aumento,  así como mi relación con los árboles. Qué cosa más absurda, pensaréis, cómo puede uno relacionarse con los árboles. Posiblemente  sea  una idea absurda, pero para mí tiene su lógica. Antes he dicho que en mi barrio no había muchos árboles, pero no es cierto. Había oasis detrás de los muros. Oasis  que no podía ver aunque sí imaginar.  Y la imaginación de esos bosques que se escondían detrás de los muros (hoy ya públicos, en la calle General Ricardos) alimentaba más aún mi deseo y mi curiosidad. Según fui creciendo descubrí el monte, el campo y los bosques. Y por supuesto los árboles. Sus formas, su textura, sus dibujos, sus ramas, sus raíces , su arte y su lenguaje, y entendí porqué amaba los árboles. ¿Habéis abrazado alguna vez un árbol?  
Este invierno he descubierto "el pino de los abrazos", una especie curiosa que crece en la sierra de Guadarrama y que merece la pena conocer, y he leído mucho, alimentando mi ración diaria palabras.
Y de nuevo he recordado ese dibujo que hacía de pequeña, y del cual no guardo ningún ejemplar. Y he pensado que esa es, en efecto, una de las imágenes de la felicidad.

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